Nunca había tenido el valor de escribir sobre esto… pero ha sido un maravilloso ejercicio.
Cuando tenía 17 años creía que tenía todo asegurado, pensaba que mi vida iba a ser tal cual la tenía planeada. El 30 de Mayo del 2006 me dieron la peor noticia que he recibido en mi vida, mi madre, quien era la persona que más amaba en ese momento de mi vida, no tenía posibilidades de seguir viviendo, o al menos no por mucho tiempo.
Ella tuvo cáncer de seno en el año 2002, fue duro para todos, perdió todo su cabello y las quimioterapias eran bastante tormentosas para ella. Mi padre y yo por separado llegamos a la casa un día también sin cabello para apoyarla. Después de un año parecía que lo peor había pasado.
En el 2005 empezó a tener molestias respiratorias hasta que dicho 30 de Mayo nos dijeron que el cáncer había vuelto, esta vez en sus pulmones, y que ya estaba tan avanzado que lo único que nos quedaba era disfrutar al máximo el tiempo que nos quedaba juntos.
Mi mami tenía que respirar con la ayuda de una bala de oxígeno. No dormía bien. Todas las noches sus amigas se turnaban para cuidarla en nuestra casa. Yo me sentía desconsolada, no sabía cómo actuar, no sabía cómo despedirme de mi mami y ni siquiera quería pensar en que fuera una realidad.
Toda la vida fuimos muy unidas, cada noche de mi vida esperó hasta que me quedara dormida para irse a su cama. Compartíamos gustos musicales, nos abrazábamos en silencio cuando alguien tocaba a nuestra puerta para que no nos interrumpieran en nuestros ratos juntas. Veíamos Grease una y otra vez, escuchábamos baladas americanas y ella me repetía lo mucho que me amaba cada día.
Llegó un momento durante los últimos días que pasé con ella en el que me di cuenta que nunca más iba a volver a pronunciar la palabra “mami”, la llamaba cuando estaba en el baño, en la cocina, en la sala, solo por escucharla responder, solo por saber que aún estaba ahí conmigo. En las noches ella me pedía que le cantara esas canciones que siempre escuchábamos juntas, para poder dormir, me pedía que durmiera cerca suyo para verme al dormirse y al despertar.
El 14 de junio se fue. Mi mami murió en mis brazos mientras yo le rogaba que no me dejara. Eso es lo más doloroso que me ha pasado en los 25 años que hoy tengo.
Durante los días siguientes no podía dejar de llorar, dormía en posición fetal y me sentía cansada todo el día. Mi padre me llevo a una terapia espiritual en la que cerré mis ojos y le dije adiós a mi mami.
Después de la muerte de mi mami, tuve que lidiar con mi papi, que estaba deshecho. También aprendí a conocerlo. Como ella había estado en medio de los dos toda mi vida nunca me había dado cuenta de todo lo que compartía también con él. Empezamos a salir juntos a hacer ciclo montañismo. El me empezó a apoyar en mis actividades como rescatista, voluntaria y activista por los derechos de los animales. Me ayudó en muchos rescates bajo la lluvia, de día y de noche. Lloro conmigo las pérdidas y celebró los finales felices. Me di cuenta que éramos más parecidos de lo que yo pensaba. Así supe que no estaba sola, que aún lo tenía y lo tengo a él. Hoy tenemos a alguien más, a mi hijo de 1 añito que llego para volver a poner patas arriba mi vida, solo que esta vez las lágrimas son de alegría.
Hoy recuerdo a mi mami y la verdad aún no puedo dejar de llorar su ausencia, no puedo dejar de imaginarme mi vida con ella, de cómo sería con el que hoy sería su nieto, de cómo jugarían juntos, de lo diferente que todo sería. Cada vez que me entero de una mujer que lucha contra el cáncer la recuerdo y me duele el corazón. Creo que son todas unas verdaderas luchadoras, unas heroínas y las admiro por cada día que pasa y que no se dejan vencer por esa enfermedad, pues sé de la fuerza que se necesita para soportarla.
También hoy espero poder ser para mi hijo lo que fue para mí mi madre, uno de los más grandes amores de mi vida.
Diana Carolina López
Mamá, pareja y estudiante de derecho
Cuando tenía 17 años creía que tenía todo asegurado, pensaba que mi vida iba a ser tal cual la tenía planeada. El 30 de Mayo del 2006 me dieron la peor noticia que he recibido en mi vida, mi madre, quien era la persona que más amaba en ese momento de mi vida, no tenía posibilidades de seguir viviendo, o al menos no por mucho tiempo.
Ella tuvo cáncer de seno en el año 2002, fue duro para todos, perdió todo su cabello y las quimioterapias eran bastante tormentosas para ella. Mi padre y yo por separado llegamos a la casa un día también sin cabello para apoyarla. Después de un año parecía que lo peor había pasado.
En el 2005 empezó a tener molestias respiratorias hasta que dicho 30 de Mayo nos dijeron que el cáncer había vuelto, esta vez en sus pulmones, y que ya estaba tan avanzado que lo único que nos quedaba era disfrutar al máximo el tiempo que nos quedaba juntos.
Mi mami tenía que respirar con la ayuda de una bala de oxígeno. No dormía bien. Todas las noches sus amigas se turnaban para cuidarla en nuestra casa. Yo me sentía desconsolada, no sabía cómo actuar, no sabía cómo despedirme de mi mami y ni siquiera quería pensar en que fuera una realidad.
Toda la vida fuimos muy unidas, cada noche de mi vida esperó hasta que me quedara dormida para irse a su cama. Compartíamos gustos musicales, nos abrazábamos en silencio cuando alguien tocaba a nuestra puerta para que no nos interrumpieran en nuestros ratos juntas. Veíamos Grease una y otra vez, escuchábamos baladas americanas y ella me repetía lo mucho que me amaba cada día.
Llegó un momento durante los últimos días que pasé con ella en el que me di cuenta que nunca más iba a volver a pronunciar la palabra “mami”, la llamaba cuando estaba en el baño, en la cocina, en la sala, solo por escucharla responder, solo por saber que aún estaba ahí conmigo. En las noches ella me pedía que le cantara esas canciones que siempre escuchábamos juntas, para poder dormir, me pedía que durmiera cerca suyo para verme al dormirse y al despertar.
El 14 de junio se fue. Mi mami murió en mis brazos mientras yo le rogaba que no me dejara. Eso es lo más doloroso que me ha pasado en los 25 años que hoy tengo.
Durante los días siguientes no podía dejar de llorar, dormía en posición fetal y me sentía cansada todo el día. Mi padre me llevo a una terapia espiritual en la que cerré mis ojos y le dije adiós a mi mami.
Después de la muerte de mi mami, tuve que lidiar con mi papi, que estaba deshecho. También aprendí a conocerlo. Como ella había estado en medio de los dos toda mi vida nunca me había dado cuenta de todo lo que compartía también con él. Empezamos a salir juntos a hacer ciclo montañismo. El me empezó a apoyar en mis actividades como rescatista, voluntaria y activista por los derechos de los animales. Me ayudó en muchos rescates bajo la lluvia, de día y de noche. Lloro conmigo las pérdidas y celebró los finales felices. Me di cuenta que éramos más parecidos de lo que yo pensaba. Así supe que no estaba sola, que aún lo tenía y lo tengo a él. Hoy tenemos a alguien más, a mi hijo de 1 añito que llego para volver a poner patas arriba mi vida, solo que esta vez las lágrimas son de alegría.
Hoy recuerdo a mi mami y la verdad aún no puedo dejar de llorar su ausencia, no puedo dejar de imaginarme mi vida con ella, de cómo sería con el que hoy sería su nieto, de cómo jugarían juntos, de lo diferente que todo sería. Cada vez que me entero de una mujer que lucha contra el cáncer la recuerdo y me duele el corazón. Creo que son todas unas verdaderas luchadoras, unas heroínas y las admiro por cada día que pasa y que no se dejan vencer por esa enfermedad, pues sé de la fuerza que se necesita para soportarla.
También hoy espero poder ser para mi hijo lo que fue para mí mi madre, uno de los más grandes amores de mi vida.
Diana Carolina López
Mamá, pareja y estudiante de derecho