Guarda tu corazón
Cuando uno se convence que tiene el derecho a elegir, por fin escoge bien…. Y no solo cosas o personas, caminos.
Cuando los años van pasando, a medida que vamos creciendo y entendiendo cosas que en algún momento de nuestras vidas eran interrogantes, te vas dando cuenta de lo que vales, te das cuenta que tu esencia es única, irrepetible.
Muchas personas pasan en nuestras vidas, algunas que quizás hemos querido borrar de nuestras memorias, otras que siempre serán un lindo recuerdo y otras que te marcan.
Dentro de todos esos grupos de gente que hacen parte de mi historia, particularmente, hay una persona que me marcó. No me atrevería a decir que me marco para bien, o para mal… me basta con decir que en mi vida, en mi corazón, hay una huella que esa persona dejó, que nunca se borrará.
La presencia en mi vida me enseñó todo lo que, como mujer y como persona, no quiero en el futuro. Me enseñó que quien no te valora en una primera oportunidad, difícilmente lo hará en una segunda. Esa persona también me enseñó, que sobre todas las cosas en la vida, debes guardar tu corazón, protegerlo de sentimientos negativos, protegerlo de la maldad.
Hacía unos años, no podía entender el daño que me estaba haciendo a mi misma al estar con esta persona. No era consiente del detrimento espiritual, moral, personal que la compañía de él producía en mi vida. Solía avalar todas sus mentiras, sus trampas para conseguir sus fines, su entorno hipócrita y sus prejuicios contra mí. Consideraba, en algún punto de mi vida, que siendo una persona suficientemente fuere, podría sobrellevar sola todos esos desplantes, porque al fin y al cabo, nadie es perfecto, y el “amor es mas fuerte”.
Hoy sé, con toda la seguridad del caso, que alguien que de forma repetitiva te hace desplantes, es alguien que no ha reconocido la luz que hay en ti. Ese alguien, para quien eres tan insignificante que no importa si nuevamente te desilusiona, es sin duda, un ser que no merece tu luz.
Durante once años, acepté, permití y ratifique el irrespeto, el mal trato, los gritos, las indolencias ante mis dificultades, la indiferencia ante mis necesidades. Acepté cosas que no me gustaban, defraudé mis creencias, defraudé mis principios, porque creía que el amor era sinónimo de sacrifico.
Hoy, 8 de marzo de 2015, once años después de compartir con una persona momentos, que creí llenos de felicidad y amor, aprendí que el amor no es sacrificio, el amor no es sufrimiento, el amor no es mentir, el amor no es abandonar, el amor es el sentimiento mas puro que podemos tener hacia otro ser, es un sentimiento que no se atrofia, es un sentimiento que nace, se da, se siente. El amor es benigno, el amor no busca la maldad, el amor no tiene dudas, el amor, si es amor, se refleja en la mirada, se vive, se siente, es el motor de tu vida, y todo lo que haces con ese sentimiento, queda lleno e impregnado de alegría, y de luz.
Por eso se, que a pesar que no existe el significado homogéneo de la palabra amor, para mi el amor, nace en mí misma, nace en el amor propio, nace en el YO, para poder trasmitir y entregar ese amor puro y sensato a los demás.
Hoy sé, que no puedo permitir en mi vida personas que roben mi luz, personas que no respeten mi ser, personas que no valoren mi esencia… hoy se que nadie te va a llenar de amor mas que tu misma, pero alguien si puede quitarte todo ese amor que sientes hacia ti con todas sus conductas.. Sólo depende de ti, permitir que esa persona logre eliminarte y anularte, o sencillamente, con la fuerza del amor, eliminar de tu vida aquello que te roba tu ser.
El amor nunca será sufrido, el amor es libre, el amor respeta la diferencia, el amor trasciende las barreras sobrenaturales.
Por eso, hoy con conocimiento de causa se, que pase una década con una persona que no me amó, pero que encontré la fuerza en mi misma, en las ganas de salir adelante, en las ganas de enamorarme de mi misma, para eliminar todo lo que me opacaba.
Hoy, el brillo de mis ojos se debe a que, logré vencer el miedo y alcancé la paz y la tranquilidad que había perdido daños atrás.
Gracias a Dios, porque abrió puertas en mi vida, que me demostraron que, una vez solté la atadura al sufrimiento, SE PUEDE SER FELIZ.
Paola Acevedo
Abogada
Cuando los años van pasando, a medida que vamos creciendo y entendiendo cosas que en algún momento de nuestras vidas eran interrogantes, te vas dando cuenta de lo que vales, te das cuenta que tu esencia es única, irrepetible.
Muchas personas pasan en nuestras vidas, algunas que quizás hemos querido borrar de nuestras memorias, otras que siempre serán un lindo recuerdo y otras que te marcan.
Dentro de todos esos grupos de gente que hacen parte de mi historia, particularmente, hay una persona que me marcó. No me atrevería a decir que me marco para bien, o para mal… me basta con decir que en mi vida, en mi corazón, hay una huella que esa persona dejó, que nunca se borrará.
La presencia en mi vida me enseñó todo lo que, como mujer y como persona, no quiero en el futuro. Me enseñó que quien no te valora en una primera oportunidad, difícilmente lo hará en una segunda. Esa persona también me enseñó, que sobre todas las cosas en la vida, debes guardar tu corazón, protegerlo de sentimientos negativos, protegerlo de la maldad.
Hacía unos años, no podía entender el daño que me estaba haciendo a mi misma al estar con esta persona. No era consiente del detrimento espiritual, moral, personal que la compañía de él producía en mi vida. Solía avalar todas sus mentiras, sus trampas para conseguir sus fines, su entorno hipócrita y sus prejuicios contra mí. Consideraba, en algún punto de mi vida, que siendo una persona suficientemente fuere, podría sobrellevar sola todos esos desplantes, porque al fin y al cabo, nadie es perfecto, y el “amor es mas fuerte”.
Hoy sé, con toda la seguridad del caso, que alguien que de forma repetitiva te hace desplantes, es alguien que no ha reconocido la luz que hay en ti. Ese alguien, para quien eres tan insignificante que no importa si nuevamente te desilusiona, es sin duda, un ser que no merece tu luz.
Durante once años, acepté, permití y ratifique el irrespeto, el mal trato, los gritos, las indolencias ante mis dificultades, la indiferencia ante mis necesidades. Acepté cosas que no me gustaban, defraudé mis creencias, defraudé mis principios, porque creía que el amor era sinónimo de sacrifico.
Hoy, 8 de marzo de 2015, once años después de compartir con una persona momentos, que creí llenos de felicidad y amor, aprendí que el amor no es sacrificio, el amor no es sufrimiento, el amor no es mentir, el amor no es abandonar, el amor es el sentimiento mas puro que podemos tener hacia otro ser, es un sentimiento que no se atrofia, es un sentimiento que nace, se da, se siente. El amor es benigno, el amor no busca la maldad, el amor no tiene dudas, el amor, si es amor, se refleja en la mirada, se vive, se siente, es el motor de tu vida, y todo lo que haces con ese sentimiento, queda lleno e impregnado de alegría, y de luz.
Por eso se, que a pesar que no existe el significado homogéneo de la palabra amor, para mi el amor, nace en mí misma, nace en el amor propio, nace en el YO, para poder trasmitir y entregar ese amor puro y sensato a los demás.
Hoy sé, que no puedo permitir en mi vida personas que roben mi luz, personas que no respeten mi ser, personas que no valoren mi esencia… hoy se que nadie te va a llenar de amor mas que tu misma, pero alguien si puede quitarte todo ese amor que sientes hacia ti con todas sus conductas.. Sólo depende de ti, permitir que esa persona logre eliminarte y anularte, o sencillamente, con la fuerza del amor, eliminar de tu vida aquello que te roba tu ser.
El amor nunca será sufrido, el amor es libre, el amor respeta la diferencia, el amor trasciende las barreras sobrenaturales.
Por eso, hoy con conocimiento de causa se, que pase una década con una persona que no me amó, pero que encontré la fuerza en mi misma, en las ganas de salir adelante, en las ganas de enamorarme de mi misma, para eliminar todo lo que me opacaba.
Hoy, el brillo de mis ojos se debe a que, logré vencer el miedo y alcancé la paz y la tranquilidad que había perdido daños atrás.
Gracias a Dios, porque abrió puertas en mi vida, que me demostraron que, una vez solté la atadura al sufrimiento, SE PUEDE SER FELIZ.
Paola Acevedo
Abogada
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