"Tu corazón es libre. Si lo escuchas, él te guiará a la felicidad. ¿Te atreverías a seguirlo?".
Soy Gihovana y quiero contarles una historia de amor diferente, que ha sacudido mi vida de la calma, de la seguridad… Para dejarme recorriendo un camino de aprendizaje y algunas lágrimas.
Hace 7 años estoy casada con Gregory y hace 4 años estamos intentando ser padres.
Y quise compartir mi experiencia con ustedes porque se lo que significa para muchas mujeres el sueño de ser Madres y cuánto la sociedad suele presionarnos por cumplir con esta misión.
Vivimos en un mundo que nos vende la necesidad de ganar, de ser los mejores, de tener sólo momentos de alegría, lo cual no nos ayuda mucho a sobrepasarnos cuando las dificultades aparecen o cuando no cumplimos con los estándares establecidos.
Nunca podré olvidar el día que recibí por primera vez la noticia que el embarazo se había parado, un par de minutos antes mi ilusión tenía vida, mi sueño se haría realidad en 7 meses y mi cuerpo, mi alma y mi corazón estaban seguros de que yo estaba embarazada y que todo iba a realizarse de manera perfecta.
Literalmente sentí como sí la tierra se parara en seco, Gregory y yo nos miramos... Y ninguno pudo entender las palabras del médico, sus ojos y los míos quedaron perdidos, inundados de miedo... Miedo a ese sentimiento desconocido de dolor, de muerte, de pérdida…
Qué difícil es aceptar que no tenemos el control, que algunas cosas suceden sin que puedas encontrar una explicación lógica, que algunos sueños necesitan más tiempo para realizarse...
Qué difícil es anunciar la noticia a tus seres amados y quizás aún más, acallar la loca de la casa: tu mente, perdonarte y encontrar las fuerzas para intentarlo una vez más.
Como pareja hemos vivido esta experiencia tres veces más y hoy no me canso de darle gracias a Dios por el compañero de vida que puso en mi camino.
Como mujer esta experiencia me ha confrontado a cuestionarme por completo, mi fe, mi cuerpo, mis sueños, mi misión, mis miedos, mis apegos, mi ego, mi historia.
Y es esta dura experiencia la que me ha enseñado a escuchar mi corazón y a encontrar el coraje para seguirlo...
He aprendido a amarme, a brindarme la oportunidad de ser frágil, de enfrentarme a la tristeza y de abandonarme al amor de quienes me aman.
Me he quitado las máscaras de la seguridad y del éxito para enfrentar mi vida con autenticidad, sabiendo que mi felicidad no depende de sí puedo ser madre o esposa o profesional, mi felicidad depende de mi capacidad infinita de amar y de vivir cada día de mi vida consciente de que estoy viva y que cada nuevo amanecer es una nueva oportunidad para volver a empezar!
Esta experiencia me ha mostrado el camino para encontrar paz y alivio cuando eres capaz de soltarlo todo y entregárselo a Dios.
No todas las heridas han sanado, pero cada una de ellas me ha acercado a mujeres maravillosas que me acompañan en esta prueba y que con su dulzura trabajan junto a mí en este renacer.
La Gihovana de hoy es más auténtica, más libre, más ligera, más humana.
Hoy vivo mi presente sabiendo que todo lo que pasa es siempre lo mejor y que Dios está aquí tan fuerte como el aire que respiro.
Para terminar, querido Amigo lector, quisiera hacerte una pregunta: « Tu corazón es libre. Si lo escuchas, él te guiará a la felicidad. ¿Te atreverías a seguirlo?! »
Gihovana Ordóñez
Ingeniera de sistemas
Actualmente vive en Francia
email: [email protected]
Soy Gihovana y quiero contarles una historia de amor diferente, que ha sacudido mi vida de la calma, de la seguridad… Para dejarme recorriendo un camino de aprendizaje y algunas lágrimas.
Hace 7 años estoy casada con Gregory y hace 4 años estamos intentando ser padres.
Y quise compartir mi experiencia con ustedes porque se lo que significa para muchas mujeres el sueño de ser Madres y cuánto la sociedad suele presionarnos por cumplir con esta misión.
Vivimos en un mundo que nos vende la necesidad de ganar, de ser los mejores, de tener sólo momentos de alegría, lo cual no nos ayuda mucho a sobrepasarnos cuando las dificultades aparecen o cuando no cumplimos con los estándares establecidos.
Nunca podré olvidar el día que recibí por primera vez la noticia que el embarazo se había parado, un par de minutos antes mi ilusión tenía vida, mi sueño se haría realidad en 7 meses y mi cuerpo, mi alma y mi corazón estaban seguros de que yo estaba embarazada y que todo iba a realizarse de manera perfecta.
Literalmente sentí como sí la tierra se parara en seco, Gregory y yo nos miramos... Y ninguno pudo entender las palabras del médico, sus ojos y los míos quedaron perdidos, inundados de miedo... Miedo a ese sentimiento desconocido de dolor, de muerte, de pérdida…
Qué difícil es aceptar que no tenemos el control, que algunas cosas suceden sin que puedas encontrar una explicación lógica, que algunos sueños necesitan más tiempo para realizarse...
Qué difícil es anunciar la noticia a tus seres amados y quizás aún más, acallar la loca de la casa: tu mente, perdonarte y encontrar las fuerzas para intentarlo una vez más.
Como pareja hemos vivido esta experiencia tres veces más y hoy no me canso de darle gracias a Dios por el compañero de vida que puso en mi camino.
Como mujer esta experiencia me ha confrontado a cuestionarme por completo, mi fe, mi cuerpo, mis sueños, mi misión, mis miedos, mis apegos, mi ego, mi historia.
Y es esta dura experiencia la que me ha enseñado a escuchar mi corazón y a encontrar el coraje para seguirlo...
He aprendido a amarme, a brindarme la oportunidad de ser frágil, de enfrentarme a la tristeza y de abandonarme al amor de quienes me aman.
Me he quitado las máscaras de la seguridad y del éxito para enfrentar mi vida con autenticidad, sabiendo que mi felicidad no depende de sí puedo ser madre o esposa o profesional, mi felicidad depende de mi capacidad infinita de amar y de vivir cada día de mi vida consciente de que estoy viva y que cada nuevo amanecer es una nueva oportunidad para volver a empezar!
Esta experiencia me ha mostrado el camino para encontrar paz y alivio cuando eres capaz de soltarlo todo y entregárselo a Dios.
No todas las heridas han sanado, pero cada una de ellas me ha acercado a mujeres maravillosas que me acompañan en esta prueba y que con su dulzura trabajan junto a mí en este renacer.
La Gihovana de hoy es más auténtica, más libre, más ligera, más humana.
Hoy vivo mi presente sabiendo que todo lo que pasa es siempre lo mejor y que Dios está aquí tan fuerte como el aire que respiro.
Para terminar, querido Amigo lector, quisiera hacerte una pregunta: « Tu corazón es libre. Si lo escuchas, él te guiará a la felicidad. ¿Te atreverías a seguirlo?! »
Gihovana Ordóñez
Ingeniera de sistemas
Actualmente vive en Francia
email: [email protected]