Algunas veces, cuando hemos querido bromear sobre cómo terminar una relación… aparece la frase "No eres tú, soy yo"… como una manera de "hacer sentir bien al otro" y "deshonestamente", asumir responsabilidad. Y es, a mi juicio, deshonesta, porque pocas veces, antes de decirla hacemos realmente una pausa consciente para reflexionar sobre qué es eso de mí, que está generando que ese vínculo concluya… o incluso que hubiera podido, con amor, hacer para que las cosas fueran distintas.
En mi caso, crecí creyendo que la realización en el amor estaba en encontrar mi media naranja, ese complemento perfecto que se encargaría de cumplir todas mis expectativas (muchas veces irreales), y por supuesto, que reconocería en mí, la fuente de su felicidad… de lo contrario, era mucho más deseable la soledad, porque al fin y al cabo, también crecí creyendo que "sola podía" (aún lo creo). Algo dicotómico.
Nadie me enseñó, algo que Esther y Jerry Hicks, describen preciosamente: "Aunque sea agradable, y seguro que lo es, sentir el aprecio de otra persona, si dependes de ella para sentirte bien, nunca podrás alcanzar ese estado cuando lo desees, porque nadie más que tú tiene la capacidad o la responsabilidad de tenerte como su único y positivo objeto de atención".
Tampoco que si necesitaba otra mitad, era porque estaba incompleta, porque necesitaba cubrir con la presencia de otro, espacios ausentes en mí.
Y viviendo desde ese lugar… adulta y "madura", decidí formar un hogar. Hogar que se imaginarán… dejó un día de serlo… y en ese caso… claramente… "no eras tú, era (indiscutiblemente) yo". Era mi yo de ese momento, incapaz de aceptar al otro como legítimo otro, de reconocer en quien me acompañaba un observador del mundo distinto y valioso, con una verdad, que no necesariamente era mi verdad. Con una historia de vida distinta a la mía, pero igualmente capaz de ser una mejor versión de sí mismo cada día.
Mi observador de ese momento se comunicaba, en ese dominio, a través de juicios que normalmente aparecían con… "es que tú…", "por qué tú no…", "cuando es qué vas a…", "creo que debes…", "por tu culpa…"… parada (muy firmemente) en el "paradigma del tú"… incapaz de transformar quejas en peticiones concretas, de dejar de interpretar y tomar todo personal en lugar de, tan solo, preguntar abiertamente. Y aún más (peor)… con la certeza que desde ahí existía alguna posibilidad de construir y mantener proyectos conjuntos.
No estoy asumiendo que necesariamente todos los matrimonios están "destinados" al éxito... esa sería una discusión larga y de muchos matices… pero tal vez, si se acabarían muchos menos… si estuviéramos más "ocupados" (no preocupados) en ser la persona adecuada y no solamente en encontrarla (o esperar que quien tenemos al lado se "convierta" en ella). Y es que si queremos ver cambios en la otra persona, primero debemos cambiar nosotros (trayendo a este espacio, una versión de la sabia frase de Gandhi).
Y si bien es cierto que nuestra capacidad de ser resilientes nos permite convertir las crisis en oportunidades, hoy siempre voy a preferir (claro… después de haber recogido los aprendizajes que dejaron las heridas), partir del presente para crear mi futuro… y no… anhelar un futuro sin hacer absolutamente nada para modificar (y valorar) mi presente.
Y tal vez, valorar, sea mi aprendizaje más grande… y valorar ha significado para mi… aprender a conectarme con la emoción de la gratitud, esa que me permite considerar que lo que hoy tengo "es suficiente"… (y nada tiene que ver con el conformismo o la resignación, si es que lo leen así… nada más lejos de eso)… corresponde más a la aceptación y el haber aprendido a amar con más cuidado del otro… y también con mucho más cuidado de mi misma… porque demostrarse fuerte y callar lo que se puede decidir, dejar de pedir lo que seguramente el otro puede entregar, postergar conversaciones pendientes aparentando indiferencia… no es precisamente amarse con cuidado. Esconder lo que me importa, deslegitimar mis emociones, robarle espacios al “no”, al “si”, al “perdón”, reclamar por las expectativas que sola me creo y no por las promesas que me hicieron, dejar de lado mis sueños por construir los del otro, o dedicarme tan solo a hacer mis sueños personales realidad, vivir pensando en "porque tú mejor no cambias…", ocultar mis heridas… no es hacerme cargo... (o mejor, es una forma de hacerse cargo, no muy efectiva, según mi experiencia).
Y si los dos miembros de la pareja están instalados en el mismo paradigma (que más alejado de la gratitud no puede estar), es imposible que la sensación de desencuentro no aparezca. La frustración, la tristeza, la soledad, la impotencia brillan (desde su sombra)… cuando soy incapaz de reflexionar sobre las creencias y limitaciones que me anclan a lo que tengo y no me gusta, cuando soy el que culpa y no el que se responsabiliza y actúa en consecuencia.
Quizás… dejar todo de lado y re-comenzar… pareciera más sencillo… pero si el ser humano que encontramos está en nuestra misma búsqueda, tal vez vale la pena aprender juntos como pasar de una inmadura relación de dependencia emocional a una madura relación interdependiente… donde existe la posibilidad de ser y no de aparentar ser, de dar y recibir y no solo una de las dos, de disfrutar lo que hago pero también lo que hacemos, de agradecer, cuidar, enseñar, de soltar del pasado lo que debo soltar, de reconocer mis miedos y los regalos que surgen desde allí, de mantener espacios sagrados comunes, donde no hay nada que ocultar, donde estamos receptivos, abiertos y sanos por dentro, para disfrutar de ese amor total que Alejandro Jodorowsky define como "al mismo tiempo espiritual, emocional, sexual y animal. Que involucra tu Ser completo".
Sigo aprendiendo (no crean)… pero soy una absoluta convencida de que la vida en pareja es la mejor de las condiciones... y el matrimonio el mejor "estado civil" (así aún considere que "sola puedo"). Cuando caminas de la mano de alguien que amas y te ama, todo se hace más fácil, los aprendizajes se viven con menos dolor, construyes y creces más rápido. Sin embargo, la vida me ha enseñado que la bandera es la gratitud, que solo si valoras y agradeces por quien te acompaña es posible construir un proyecto común, donde dos individuos que han pasado del "paradigma del tú", al "paradigma del yo”, son capaces de construir un discurso donde cada frase empieza con un “NOSOTROS” que reposa en la confianza y el amor mutuo.
Y si al final… después del reajuste, la reinvención, la evolución, la creación de mi mejor versión, del reconocimiento de los patrones inconscientes que me están condicionando, de expresar con asertividad bajo la premisa del amor y el respeto, de ser conscientes de que es eso de mí que se interpone en mi crecer junto a este ser humano, de tomar acciones en el presente, de volver a mí sin dejar de lado al otro, de reconocer los progresos y no solo el resultado final, de sentirme libre y completo… nada resulta… habrá estado siempre mejor… que renunciar a participar de la carrera sin haber hecho el entrenamiento. Después de todo eso… sería mucho menos deshonesto decir… “No eres tú, soy yo”.
Y no se trata de "sufrir" mientras se espera… sino de ser felices aprendiendo juntos… con cuidado, con pasión, con ternura, con comprensión, con apoyo mutuo, con ESCUCHA de ti y del otro.
Ya hoy no culpo, ni me culpo... me responsabilizo, me hago cargo... ya hoy me ocupo de no dejar de aprender de mí y de agradecer por quien me acompaña… para que mi “nosotros”… no deje de ser sagrado.
¿Quién dice que no hay desafíos?... pero al final... seguro que vale la pena amar con todo tu Ser... por supuesto, sin dejar de lado tu propio camino.
Anónimo.
En mi caso, crecí creyendo que la realización en el amor estaba en encontrar mi media naranja, ese complemento perfecto que se encargaría de cumplir todas mis expectativas (muchas veces irreales), y por supuesto, que reconocería en mí, la fuente de su felicidad… de lo contrario, era mucho más deseable la soledad, porque al fin y al cabo, también crecí creyendo que "sola podía" (aún lo creo). Algo dicotómico.
Nadie me enseñó, algo que Esther y Jerry Hicks, describen preciosamente: "Aunque sea agradable, y seguro que lo es, sentir el aprecio de otra persona, si dependes de ella para sentirte bien, nunca podrás alcanzar ese estado cuando lo desees, porque nadie más que tú tiene la capacidad o la responsabilidad de tenerte como su único y positivo objeto de atención".
Tampoco que si necesitaba otra mitad, era porque estaba incompleta, porque necesitaba cubrir con la presencia de otro, espacios ausentes en mí.
Y viviendo desde ese lugar… adulta y "madura", decidí formar un hogar. Hogar que se imaginarán… dejó un día de serlo… y en ese caso… claramente… "no eras tú, era (indiscutiblemente) yo". Era mi yo de ese momento, incapaz de aceptar al otro como legítimo otro, de reconocer en quien me acompañaba un observador del mundo distinto y valioso, con una verdad, que no necesariamente era mi verdad. Con una historia de vida distinta a la mía, pero igualmente capaz de ser una mejor versión de sí mismo cada día.
Mi observador de ese momento se comunicaba, en ese dominio, a través de juicios que normalmente aparecían con… "es que tú…", "por qué tú no…", "cuando es qué vas a…", "creo que debes…", "por tu culpa…"… parada (muy firmemente) en el "paradigma del tú"… incapaz de transformar quejas en peticiones concretas, de dejar de interpretar y tomar todo personal en lugar de, tan solo, preguntar abiertamente. Y aún más (peor)… con la certeza que desde ahí existía alguna posibilidad de construir y mantener proyectos conjuntos.
No estoy asumiendo que necesariamente todos los matrimonios están "destinados" al éxito... esa sería una discusión larga y de muchos matices… pero tal vez, si se acabarían muchos menos… si estuviéramos más "ocupados" (no preocupados) en ser la persona adecuada y no solamente en encontrarla (o esperar que quien tenemos al lado se "convierta" en ella). Y es que si queremos ver cambios en la otra persona, primero debemos cambiar nosotros (trayendo a este espacio, una versión de la sabia frase de Gandhi).
Y si bien es cierto que nuestra capacidad de ser resilientes nos permite convertir las crisis en oportunidades, hoy siempre voy a preferir (claro… después de haber recogido los aprendizajes que dejaron las heridas), partir del presente para crear mi futuro… y no… anhelar un futuro sin hacer absolutamente nada para modificar (y valorar) mi presente.
Y tal vez, valorar, sea mi aprendizaje más grande… y valorar ha significado para mi… aprender a conectarme con la emoción de la gratitud, esa que me permite considerar que lo que hoy tengo "es suficiente"… (y nada tiene que ver con el conformismo o la resignación, si es que lo leen así… nada más lejos de eso)… corresponde más a la aceptación y el haber aprendido a amar con más cuidado del otro… y también con mucho más cuidado de mi misma… porque demostrarse fuerte y callar lo que se puede decidir, dejar de pedir lo que seguramente el otro puede entregar, postergar conversaciones pendientes aparentando indiferencia… no es precisamente amarse con cuidado. Esconder lo que me importa, deslegitimar mis emociones, robarle espacios al “no”, al “si”, al “perdón”, reclamar por las expectativas que sola me creo y no por las promesas que me hicieron, dejar de lado mis sueños por construir los del otro, o dedicarme tan solo a hacer mis sueños personales realidad, vivir pensando en "porque tú mejor no cambias…", ocultar mis heridas… no es hacerme cargo... (o mejor, es una forma de hacerse cargo, no muy efectiva, según mi experiencia).
Y si los dos miembros de la pareja están instalados en el mismo paradigma (que más alejado de la gratitud no puede estar), es imposible que la sensación de desencuentro no aparezca. La frustración, la tristeza, la soledad, la impotencia brillan (desde su sombra)… cuando soy incapaz de reflexionar sobre las creencias y limitaciones que me anclan a lo que tengo y no me gusta, cuando soy el que culpa y no el que se responsabiliza y actúa en consecuencia.
Quizás… dejar todo de lado y re-comenzar… pareciera más sencillo… pero si el ser humano que encontramos está en nuestra misma búsqueda, tal vez vale la pena aprender juntos como pasar de una inmadura relación de dependencia emocional a una madura relación interdependiente… donde existe la posibilidad de ser y no de aparentar ser, de dar y recibir y no solo una de las dos, de disfrutar lo que hago pero también lo que hacemos, de agradecer, cuidar, enseñar, de soltar del pasado lo que debo soltar, de reconocer mis miedos y los regalos que surgen desde allí, de mantener espacios sagrados comunes, donde no hay nada que ocultar, donde estamos receptivos, abiertos y sanos por dentro, para disfrutar de ese amor total que Alejandro Jodorowsky define como "al mismo tiempo espiritual, emocional, sexual y animal. Que involucra tu Ser completo".
Sigo aprendiendo (no crean)… pero soy una absoluta convencida de que la vida en pareja es la mejor de las condiciones... y el matrimonio el mejor "estado civil" (así aún considere que "sola puedo"). Cuando caminas de la mano de alguien que amas y te ama, todo se hace más fácil, los aprendizajes se viven con menos dolor, construyes y creces más rápido. Sin embargo, la vida me ha enseñado que la bandera es la gratitud, que solo si valoras y agradeces por quien te acompaña es posible construir un proyecto común, donde dos individuos que han pasado del "paradigma del tú", al "paradigma del yo”, son capaces de construir un discurso donde cada frase empieza con un “NOSOTROS” que reposa en la confianza y el amor mutuo.
Y si al final… después del reajuste, la reinvención, la evolución, la creación de mi mejor versión, del reconocimiento de los patrones inconscientes que me están condicionando, de expresar con asertividad bajo la premisa del amor y el respeto, de ser conscientes de que es eso de mí que se interpone en mi crecer junto a este ser humano, de tomar acciones en el presente, de volver a mí sin dejar de lado al otro, de reconocer los progresos y no solo el resultado final, de sentirme libre y completo… nada resulta… habrá estado siempre mejor… que renunciar a participar de la carrera sin haber hecho el entrenamiento. Después de todo eso… sería mucho menos deshonesto decir… “No eres tú, soy yo”.
Y no se trata de "sufrir" mientras se espera… sino de ser felices aprendiendo juntos… con cuidado, con pasión, con ternura, con comprensión, con apoyo mutuo, con ESCUCHA de ti y del otro.
Ya hoy no culpo, ni me culpo... me responsabilizo, me hago cargo... ya hoy me ocupo de no dejar de aprender de mí y de agradecer por quien me acompaña… para que mi “nosotros”… no deje de ser sagrado.
¿Quién dice que no hay desafíos?... pero al final... seguro que vale la pena amar con todo tu Ser... por supuesto, sin dejar de lado tu propio camino.
Anónimo.